Hoy. Una de esas pocas veces que decido tomar un “trolebús” me puse a observar el poder que tienen las mujeres y que lo aplican en todos los ámbitos de la vida, desde la escuela, hasta en la familia, e incluso, o sobretodo en los medios de transporte.
Cuando las mujeres suben a un medio de transporte, y si este se encuentra ocupado, sucede lo siguiente, se para justo en un ángulo de 45º al asiento que ella considera por derecho propio como suyo, le “blanquea” los ojos al feliz pasajero que está en el hasta que logra que el mismo reaccione, se pare y se lo entregue como diciendo: - disculpe, estaba sentado en su asiento. Lo peor, es que la mujer le esboza una sonrisa de los más sincera como diciendo: ay gracias, gracias por ser tan atento y cederme tu lugar.
Ser atento? Cederle el lugar? Como para no hacerlo. Sin con ese revoleo de ojos te deja mal para todo el viaje, y mas te vale que se lo entregues porque sino su mirada puede ser como una navaja en tu nuca, hasta que no te pares, no te va a dejar de mirar con bronca.
Ni hablar de que si no está lleno el ómnibus o trolebús, y queda un sólo lugar libre junto a un pobre trabajador de la clase obrera. No. No se va a sentar ahí por más que queden 40 kms de viaje. Se te va aparar al lado, agarrada con fuerza de la barra de sostén, no te va a mirar a los ojos, sino que va a mirar con bronca a la lontananza por la ventanilla hasta hacerte sentir que no sos “lo suficientemente lindo, apuesto, limpio, etc” como para estar sentado al lado de ella” asi que prefiere ir parada. Obvio que te cagó el día. Porque encima que vos con una reverencia la invitas a ocupar el único lugar, te dice con una sonrisita de dientes cerrados: nooo, está bien, gracias, YO, ya me bajo. Mentiras! No solo que te bajaste 6 paradas después y ella siguió, sino que además, matate que es así, puso un diario en tu asiento y se sentó arriba.
Y las otras, las que se hacen las dormidas para no darle el asiento a algún pasajero adulto mayor. Ni hablar. Como la de hoy. Cerró los ojos, apretó sus brazos contra el pecho junto a sus útiles, y cada tanto “pispeaba” con un ojo lo que sucedía alrededor, y si alguien se dio cuenta de que en realidad no estaba dormida. Si yo tarada.
Tienen n poder tremendo. No se los podemos negar. Lo peor es que aplican todas estas cosas que viene por generaciones y generaciones hasta Eva, en sus alumnos, hijos, esposos, amantes. Y hasta en la mascota. Ela son las únicas que logran el “solo le falta hablar, a mi me entiende todo y no hace nada si yo no le digo”.
Si ya sé. Al perro también le revoleás los ojos. Y sino lo torturas todo el día.
jueves, 7 de octubre de 2004
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